Hace unos años, en el corazón de Chiapas de Corzo, México, nuestro equipo se embarcó en la cruzada evangélica "Invasión de Esperanza". Entre el mar de rostros, uno destacaba claramente: Edgar. Sus ojos, antes brillantes, estaban ahora nublados por el peso de una batalla de cinco años contra el alcoholismo. Esta adicción le había costado todo: su familia, su hogar y su dignidad. Las calles de Chiapas se habían convertido tanto en su refugio como en su prisión.
Aquella fatídica tarde, quizá impulsado por la desesperación y una intervención divina, Edgar se encontró pisando el campo de la cruzada. Mientras resonaba el mensaje de esperanza y redención, las lágrimas corrían por su rostro. Cuando se hizo el llamamiento al altar, Edgar, con pasos temblorosos, avanzó. Fue una visión que dejó una marca indeleble en nuestros corazones.
Aquella noche se produjo un milagro ante nuestros ojos. Edgar, que había estado encadenado por su adicción, experimentó una profunda liberación. Las cadenas del alcoholismo que le habían atado durante años se rompieron. Traumas de su pasado fueron sanados en el altar esa noche y la esperanza, la libertad y la salvación llegaron a su vida.